Encamadas
- Rosa de Julio
- 22 abr
- 3 Min. de lectura
Hoy quería comentar algo sobre la absurda agonía que está teniendo el papa de Roma, pero como mi opinión no cuenta para que ese pobre hombre, hinchado por la medicación y deseo de irse ya para siempre, pues voy a hablar de "las encamadas” españolas.
En la memoria popular están los encames administrativos que son como todos sabemos, John Lennon y su esposa, la artista japonesa Yoko Ono. La que todavía lleva con mano de hierro el condominio de nueva York en donde vive, las instalaciones de arte que nadie entiende, los discursos ya un poco obsoletos y los desplantes del "porque yo lo valgo "
Yo quiero hablar, y que me perdonen los entendidos en este tema, de gente más sencilla. Generalmente mujeres jóvenes y de clase social “medio pensionista"
Yo con siete años conocí a una de ellas.
Mi madre y yo, estábamos en Gijón, y ella me dijo:
No te asustes "que vamos a ver a una encamada". El golpe es tan seco como cuando tu pareja sin verlo venir te dice "tenemos que hablar "
El caso es que me puso el vestido de percal azul y blanco que mi madrina Ángela me había comprado en la tienda de María José, situada enfrente de la fnac actual de Madrid.
Íbamos también con mi tío el Jesuita que lo mismo llamaba a la guardia civil para que escoltara a algún pecador hasta las mismísimas vías del tren con destino a Madrid, o te recitaba un poema hindú o te daba una extremaunción por un "por si "
Llegamos a una casa que a mí me pareció muy oscura y donde las olas del mar a veces sacuden con fuerza la puerta.
Yo iba de la mano de mi madre y de mi tío.
Nos introdujo en la habitación, que olía a poca ventilación
En la cama de sábanas blancas, acostada había una chica de 17 años con el pelo lacio, negro y un poco grasiento.
La cara era afilada y sin color.
Entre susurros oí, escuché, invente, que la chica llevaba seis meses muerta en vida por un desgraciado textualmente “hijo que su madre” que, prometido en matrimonio, hizo cosas con ella que una señorita no tendría que haber consentido.
Parece ser que en esa especie de post y más post guerra, se daba con frecuencia
¡No había que fiarse!
Y era cosa de madres, tapar esa vergüenza y alimentar a esas criaturas como podían
Algunas despertaban y otras, pues ya se morían, porque no volverían a pillar novio y ser solterona no era una opción.
Una verdadera pena porque estaban en esa posición sin quererlo y sin haber hecho nada para no sentir como pasa la vida, tan corriendo con los gritos de alegría, los chismes de la provincia, la modista y la peluquería
Todos los días lo mismo, pero eso era la vida
Comencé con Yoko y terminaré con Onetti ese hombre que tenía idea firme de estar en la cama.
A este otro tipo de personas generalmente hombres, se les llama “los acostados” porque eligen sin enfermedad alguna del cuerpo ni del alma, no levantarse de la cama
Viven como si estuvieran en la calle todo el día
Reciben la prensa diaria y también a los amigotes borrachos y contadores de “chismes” que como ya sabemos todos son los que "envían" a sus mujeres a comprar las revistas del corazón para devorarlas con fervor.
Se enteran antes que nadie de las noticias que todavía no han ocurrido y no cortan nunca el cordón umbilical con el mundo.
Creo que también Proust fue otro acostado.
Entonces, lo que yo veo gracias a mi ignorancia tan atrevida, es que las encamadas eran niñas enamoradas que habían dejado que se les escapara la honra, y los acostados hombres extravagantes, famosos, hechos y derechos con mochila en la espalda y cara dura por delante.
Lo que viene siendo…
La cara y la cruz de la moneda.
Rosa de Julio
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